Can I play with madness.
"En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario."
Geoge Orwell.
En estos días azules del dulce verano tengo la impresión que la ficticia placidez
en la que vivimos es simplemente la calma antes de la cruel tormenta que nos
azotará en el próximo otoño.
Pero antes de que nos azoten los oscuros nubarrones a ritmo del lobby de
turno, tenemos que estar preparados y poseer la TDT para no perder ni un solo
detalle de la “realidad” gracias al incansable adiestramiento mediático. Resulta
paradójico que el apagón analógico pudiera significar el encendido de la razón.
No. No será así. Hay que seguir alienados, ¿a quién se le ocurre pensar que el
amo nos va a dejar sin nuestra ración diaria de entretenimiento y
adoctrinamiento? Es más, ¿a quién se le ocurre pensar?. Imaginen una
sociedad que piense por si sola, inviable, podría tener ideas propias. ¿Para qué
leer un libro o ponerse a escribir, meditar, expresarse o crear en general, si es
más fácil salivar cual cánido pauloviano delante de la sintonía de nuestro
programa favorito? Bueno; salivar o dar cabezadas, mientras nos dormimos
delante un mensaje constante e incansable de carácter educativo para la
ciudadanía.
Es por ello que desde el poder general se nos anima a comprar el aparato
decodificador de la señal de televisión digital terrestre TDT (tonto duerme tonto)
no vaya a ser que nos quedemos señalados por la sociedad como seres
marginales en estado semi-salvaje. Bueno ya puestos mejor comprar un
televisor nuevo de plasma, con pantalla de 25 pulgadas y “full a tope”: HDI,
100Hz. HDMI,EGB y hasta HIJK. Que no se diga que no consumimos y que por
nuestra culpa se hunde el sistema. Egoístas.
Pues lo dicho, tenemos que estar bien uniformados visualmente para recibir
con alegría el sermón diario de nuestros guías espirituales, abrazar su/nuestra
fe con los brazos extendidos y en posición de genuflexión. Para interiorizar esa
fe es necesario tener miedo en dosis elevadas, miedo pavoroso, un acojone
generalizado, vamos. Han sido muchos los elegidos para esa misión a lo largo
de la historia: Los del frente popular, los populares de enfrente, los disidentes
del sistema, los antisistemas reincidentes (me viene a la mente una genial
escena de los Monty Phyton en la “Vida de Brian”). Un amplio espectro de
enemigos crueles y despiadados que han sido repelidos por “nuestros chicos”:
Los guardianes de Occidente y de su fe verdadera.
Ya puestos a mejorar, lo más diabólico es elegir algo que no se vea. La mano
negra se llama A/H1N1. Ya solo el nombre intriga. Una de las primeras diatribas
vomitadas desde las catequesis hertzianas será el contagio masivo, el temor a
lo invisible y a lo inevitable. A un castigo divino inexorable que segará nuestras
vidas. Ya lo de la peste bubónica pasó a mejor vida, por eso de que a alguno
se le ocurrió lavarse todos los días. ¿Ven lo que pasa por pensar por uno
mismo?
Las primeras arcadas informativas hablan de cifras escandalosas, de la
posibilidad de miles contagios al día en Gran Bretaña, de retraso del inicio del
curso escolar, vacunaciones masivas. En un tiempo estaremos quemado en la
hoguera de la ignorancia la ropas, libros y nuestra libertad en nombre del bien
común, que es el menos común de los bienes.
Ya sabe, el enemigo invisible está ahí fuera, podría ser su vecina uno de ellos.
No hable con nadie, no viaje, no lea propaganda del enemigo, ¡por Dios, ni se
le ocurra pensar!. Solo consuma los productos de su televisor avalados por
nuestro sello de calidad estatal. Nuestros científicos y comunicadores le dirán
que tiene que hacer en todo momento. Si no pudiera resistirlo por más tiempo,
nuestros muchachos le han depositado debajo de su almohada una cápsula
con la dosis justa para empezar el plácido viaje eterno.
Gustavo Reneses
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