Hail Mr. Chaplin.
En estos días de histérica primavera, o eso dicen, celebramos en estas páginas el trigésimo tercer aniversario del estreno de la película el Gran dictador, del no menos grande Charles Chaplin.
La peli en cuestión tiene unos cuantos años más, ya que el estreno oficial fue en la ciudad de los rascacielos, allá por el otoño del año 1940. Por esas cosas de la estupidez humana, en nuestras pantallas no pudimos disfrutar de las aventuras y desventuras del barbero judío, hasta bien entrados los años setenta. Tiene guasa la cosa: en el estreno oficial del largometraje, la sociedad del momento, y que acudía en masa al único evento lúdico multimedia y multiclase, iba vestida con trajes grises, pelo corto con mucha brillantina, sombreros y faldas largas. En nuestro estreno y en plena movida contestataria post-hippie, se pudieron ver a jóvenes y jóvenas peludos y peludas con pantalones campana y estrechas camisas estampadas por diseños de flores imposibles, acudiendo en masa al estreno de la segunda película sonora de Chaplin. Casi de fondo, perdido en los acordes del tiempo me parece oír el anuncio: “Últimas noticias! Novedades cinematográficas! Mañana espectacular estreno del largometraje: “El Gran dictador” de Charles Chaplin. No se lo pueden perder. En riguroso Blanco y Negro y sonido monoaural!!!” Y como siempre en su sala habitual: Cine Víctor, Cine Baudet, Cine Rex, Cine San Martín, Cine La Paz, Cinema Victoria, Cine Numancia, Cine Moderno, el Royal Victoria o cualquier otra de las salas que amenizaban nuestra geografía urbana. Hoy desierta de ellas y con una oferta aglutinada en frigo-factorías de cotufas y metraje excesivamente comercial y efímero. Con muchísima más calidad técnica pero con infinitamente menos afluencia de público.
La película en cuestión es una crítica ácida al nacionalsocialismo alemán y por extensión al autoritarismo y a las dictaduras de nuestro mundo mundial, dejando bien claro al final, que no hay nada para nuestro cuerpo y espíritu como una buena democracia. De barras de pan y estrellas del celuloide, faltó decir al pseudo Astolfo Hynkel.
En realidad desde el inicio de los tiempos, en nuestra sociedad cromañona y de cultura homosapientil, han sido múltiples salvapatrias, caudillos, déspotas, tiranos, autoritarios, opresores y hasta cancilleres tipo Palpatine, los que han jalonado alegremente nuestra historia. Ideológicamente los encontramos de todo tipo, a saber: rojos, azules, grises, negros, amarillos y hasta de color indefinido. Con ello se demuestra que la ideología no va asociada con el poder, porque desde el amplio abanico de ideas sólo se codicia el estrecho mango del poder. Así que, no es un argumento de peso decir: “es que los morados son unos absolutistas de toda la vida”, porque posiblemente, lo serán tanto como los verdes o los naranjas.
Esto se resume gráficamente en una frase que siempre me dice mi padre: “Da lo mismo quien sea el amo, porque el burro, es siempre, el que lleva la albarda”.
En realidad la explicación de una única visión y voz cantante, viene de nuestra increíble capacidad para trasladar a otro una decisión. Lo que se conoce coloquialmente como “pasar el marrón”. Y así, pasamos nuestros marrones consecutivamente y eternamente con tal de eludir responsabilidades. “Que piense otro por mí”, “yo tengo bastante con lo mío”, “ese no es mi problema” y así, una serie de frases similares, son las más oídas en el top-ten de las excusas para no asumir las riendas de la vida.
En un status quo caracterizado por la desidia bananera, una serie de personajillos y personajes ven alimentado su ego y su bolsillo al encontrar nula resistencia ante unas primeras y tímidas intenciones, que a la larga, y alimentada con la eterna indolencia, se transfiguran en pretensiones megalómanas edulcoradas intelectualmente con alguna figura decorativa judeomasónica, imperialista, atea o centinela de occidente. Total pa´l caso...
“Gobernemos gracias al amor y no gracias a la bayoneta.”
Paul Joseph Goebbels.1897-1945.
Ministro de propaganda del Tercer Reich.
Gustavo Reneses